Tanatocresis y metáforas del habitar
- Fanzine Ubicuo
- 12 feb 2021
- 3 Min. de lectura
María Fernanda González Moroga
Contacto: @mariavariopinto
Soy una zoóloga, que busca formas de explicar la vida a través de metáforas de la conducta animal de cada especie. Parte de mis trabajos es en una editorial chilena de arquitectura, lo que me ha permitido indagar sobre nuevos temas de muchísimo valor, como el habitar.
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Todo lo que el hombre ha decidido inhabitar, la naturaleza finalmente lo ha vuelto espacio habitable y no solo espacios físicos, sino también sociales. ¿Lo advertía Judith Butler en “Frames of War When Is Life Grievable”?
El espacio más inmediato que el ser humano habita es su casa, es en este espacio que el individuo puede respirar, andar y vivir con completa libertad, pues le ofrece la incomparable experiencia de vivir con comodidad existencial. Desde una arista histórica, para la civilización occidental el sujeto se inserta desde el ámbito privado en el ámbito público, donde gesta su sociabilidad y se construye como ser político.
Entonces, en palabras de Butler, la habitabilidad del mundo es comparable a la plenitud de la que se goza en el hogar. Pero ¿Qué ocurre cuando lo que somos o la forma en que nos sentimos cómodos, está deslegitimizado?
Sabemos entonces, que como individuos habitamos el mundo, pero no en solipsismo sino rodeados de otredades, pues el ser humano se reconoce a partir de los “Otros”, y dicho reconocimiento está determinado por normas sociales.
¿Será entonces que aparece lo inhabitable?
¿Será entonces que descubrimos las existencias espectrales de quienes viven en lo inhabitable?
¿Será entonces que dichos espectros encuentran nuevos lugares que habitar?
Las metáforas del habitar están en todas partes, dispuestas a entregarnos la respuesta. La arquitectura hostil, la que subyace en los espacios públicos de las urbes es la concreción precisa de la falta de reconocimiento de los Otros, de aquellos “existires” espectrales y marginales de grandes ciudades. Los sin techo, los adictos, los locos, los rezagados, quienes usan espacios que, a pesar de pertenecerles, por el hecho de ser públicos no reconocen su habitar y lo deslegitimizan con diversos artefactos; varillas en punta, aguzadas pirámides de cemento bajo puentes, semáforos sin sonido, mobiliario urbano curvo y tantas otras formas poco hospitalarias.
La posibilidad de hallar un lugar en el mundo gracias al reconocimiento que proviene de los Otros es una necesidad. Dicha necesidad también puede convertirse en la ocasión para ser expulsado del mundo habitable: ser expulsado hacia una realidad fractal, irreal y negada.
La naturaleza, muchas veces, nos entrega respuestas y muchas más veces nos deja preguntas. La tanatocresis de los cangrejos ermitaños es una respuesta y mil preguntas en el análisis del habitar. Un invertebrado que, a fin de protegerse, por saberse vulnerable busca habitar aquellos espacios inhabitados; las caracolas, que pertenecieron a los otrora vivos caracoles. Los ermitaños se aventuran a ser y estar en espacios que antes pertenecieron a otros a fin de protegerse.
¿Será que las existencias espectrales de quienes no pueden habitar el mundo han tenido que habitar caracolas?
¿Será que han debido ser o parecer formas permitidas de vivir para poder sobrevivir?
¿Podrán algún día los seres humanos que habitan dichas caracolas, experimentar la plenitud de la vida humana?
REFERENCIAS:
Butler. Frames of war when is life grievable? Nueva york, Universidad de Michigan,
2009.
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